Advertencia

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Los Amores Secretos de Diablo es la historia de un hombre que decide narrar con detalle, sus romances, para complacer la avidez de fantasías de un grupo de presos peligrosos.

Las acciones relatadas en este escrito son ficción y los personajes como sus nombres son imaginarios. Se advierte que cualquier parecido con su realidad o la del autor, es solo coincidencia.

El argumento de la obra es mutable ya que se esta escribiendo, y corrigiendo sobre la marcha, por esa razón periódicamente se publicará un episodio nuevo.

El interés de escribir y publicar este cuento no es más que el de narrar una historia con libertad. Este escrito no tiene ningún fin educativo, ni de formación espiritual, o de superación personal; esto me da la libertad de tratar el tema a mí entera discreción.

El lenguaje utilizado es alegórico al utilizado por el vulgo de la ciudad de Santiago de Cali (Colombia), por eso tanto su jerga como el acento, se emplea de manera generosa.

Los errores de ortografía, redacción y estilo en las entradas antiguas pueden ser corregidos a discreción del autor... Algunas imágenes adjuntas pueden ser sensibles a determinado tipo de lector, pero el único objeto es recrear o ambientar el tema de la historia

Este cuento no lo he concebido como relato erótico, ni como pornografía

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22 noviembre 2007

Capitulo II, Episodio 2


Transpiraba Sensualidad y Provocaba Toda Clase de Malos Pensamientos

- ¿Y Sandra estaba amarrada a un papayo? - Preguntaba irónicamente La Marrana.

- ¡No! De boba no tenia un pelo – Se une a la conversación, aun sonámbulo, El Zarco – Antes por el contrario había que tener mas cuidado con esa mujer –

- ¿Acaso, también vivía en tu unidad residencial, que crees conocerla? – Interrogaba La Marrana al Zarco.

- Pues si es la misma que yo pienso, si –

- Si, ella es – Ahí estaba El Zarco de nuevo, dando fe de lo poco que sabia sobre mis romances – Se había mudado unos meses atrás al mismo edificio donde vivían los padres del Zarco. Aunque la conocía de vista, nunca había intercambiado un saludo formal en todo ese tiempo, solo la miraba pasar de largo con su típico caminar en las puntas de sus pies, sus libros en la mano y su cabello liso, largo y suelto, sostenido por sus lentes.

- Y sin gracia alguna – interrumpía el Zarco

- Es posible – Le conteste airadamente – Pero si vamos a comparar la que me desvirgo a mi con la que te “voló el gorro” a vos, creo que me fue mucho mejor –

El Zarco solo se quedo callado, mientras que los otros dos nos careaban. – Continúo. Aunque el Zarco tuvo un peor principio que yo, había que reconocerlo, Sandra no era precisamente una “top model” Pero traspiraba sensualidad y provocaba toda clase de malos pensamientos el contoneo de sus senos. Era muy difícil dirigir solo la mirada a su cara, cuando se conversaba con ella; un extraño impulso me hacia inspeccionar constantemente las colinas, que sobre sus blusas ajustadas, se alzaban imponentes. Y fue ese salvaje impulso, que me obligaba verla caminar, el que me ponía en evidencia haciendo que ella lo notara y me lanzara una que otra sonrisa coqueta -

- ¿Y fue así que te la levantaste? - Preguntaba el Siete Muertos

- Hmmm no, no fue iniciativa mía. Digamos que sin darme cuenta de eso, ella me venia observando, al parecer yo también le gustaba. Ya que en ese entonces yo tenía algo, que ahora puedo asegurar, es su fetiche preferido –

- ¿Cuál… Cual es su fetiche? – Me preguntaba el Zarco

- Ya se los diré, pero ¿En realidad les gustaría saberlo? – Ya me empiezo a divertir con esto de crearles intriga, de siempre dejarlos en el momento más interesante de sus banales conversaciones. Mira como lucen, parecen lechuzas mirándome desde los bordes de sus nidos; a la expectativa de conocer los gustos, las preferencias, las aberraciones y las excentricidades sexuales de una ciudadana cualquiera. - Venia de estudiar, pues aun estaba en la secundaria, cuando me la encontré esperando en la parada del bus. No era un buen sitio para que ella estuviera sola, alguien podría robarla o tener algún atrevimiento. Así que después de nuestro acostumbrado intercambio de miradas, decidí dar marcha atrás y preguntarle si quería que le acompañara hasta que tomara el bus. Ella asintió y abrió sus ojos como solía hacerlo cada vez que quería expresar asombro; ese gesto me hizo sentir cómodo y me senté a su lado para protegerla. Que ya es tarde, que el bus no va pasar, que hacia donde iba, cual es tu nombre, a que te dedicas, en que universidad estudias… y quien sabe cuantas más cosas se me ocurrieron preguntarle para extender la conversación, de igual modo ella se interesó por mis asuntos. Así trascurrió mucho mas que una hora, era lógico que había perdido el ultimo bus, que no tenia otra opción que esperar por un taxi o caminar y caminar: “no, creo que mejor me quedo en casa. Lo que pasa es que me da una pereza terrible quedarme esta noche sola” bueno, yo podría acompañarte un rato hasta que tengas que irte a la cama, la seguí pues hasta las escaleras que llevaban hasta su apartamento, el ultimo del edificio.

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