Advertencia

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Los Amores Secretos de Diablo es la historia de un hombre que decide narrar con detalle, sus romances, para complacer la avidez de fantasías de un grupo de presos peligrosos.

Las acciones relatadas en este escrito son ficción y los personajes como sus nombres son imaginarios. Se advierte que cualquier parecido con su realidad o la del autor, es solo coincidencia.

El argumento de la obra es mutable ya que se esta escribiendo, y corrigiendo sobre la marcha, por esa razón periódicamente se publicará un episodio nuevo.

El interés de escribir y publicar este cuento no es más que el de narrar una historia con libertad. Este escrito no tiene ningún fin educativo, ni de formación espiritual, o de superación personal; esto me da la libertad de tratar el tema a mí entera discreción.

El lenguaje utilizado es alegórico al utilizado por el vulgo de la ciudad de Santiago de Cali (Colombia), por eso tanto su jerga como el acento, se emplea de manera generosa.

Los errores de ortografía, redacción y estilo en las entradas antiguas pueden ser corregidos a discreción del autor... Algunas imágenes adjuntas pueden ser sensibles a determinado tipo de lector, pero el único objeto es recrear o ambientar el tema de la historia

Este cuento no lo he concebido como relato erótico, ni como pornografía

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31 octubre 2007

Capitulo I, Episodio 11

Como Si de un Pecado Mortal se Tratara

De su cintura, sacaba una llave atada a una cintilla, la enclavaba en el ojo de la cerradura, viraba la llave haciendo que el pasador abandonara su severa posición. La pesada puerta de madera se abría parcialmente, ella daba un paso al frente y mirándote a los ojos dibujaba una sonrisa zalamera… te invitaba a seguir.

Un armario de dos puestos, un tocador atiborrado de pelucas, maquillajes, perfumes y joyeros, y en el, empotrado, un gran espejo de cristal de roca, un baúl de hierro forjado y madera, una percha libre de abrigos, una cama doble vestida de blanco, un tapete persa, una bacinilla esmaltada y un catre auxiliar. Al otro costado un nochero, un reloj despertador y una lámpara con flecos. Atrás un escritorio, un teléfono de mesa, algunos libros, un porta retratos con la foto de una anciana, una botella de aguardiente local, dos copas y un antiguo tocadiscos a tres revoluciones.

Te traslada hasta el catre, te observa fijamente mientras con otra sonrisa te preguntaba si alguna ves habías besado a una mujer, obviamente ibas a decías que nunca, como si de un pecado mortal se tratara. Luego se para y camina hasta el tocadiscos pone la aguja sobre los surcos del acetato, aumenta la velocidad a 78 revoluciones; sonaba un tango de erótica armonía, que ella tarareaba mientras servia dos copas de licor. Brindaba por ti y por tu juventud mientras deslizaba entre sus brazos la bata que cubría su ropa íntima, su vaporoso vestido dejaba ver sus pechos aun erguidos y su vello púbico rizado.

Demasiadas cosas nuevas estaban pasando, para poder razonar. No podías pensar si asumir el reto o escapar por la ventana, solo pasabas el trago de aguardiente que quemaba tus entrañas y mirabas atónito su cuerpo. Se acerca a ti mientras te invitaba a bailar aquel tango que se suspendía como polvo en el ambiente, aunque sin saber dar un solo paso te pegaba a ella y hacía que reposaras tu cabeza en sus pechos. El olor a musk entraba como veneno por tus fosas nasales y viajaba a tu cerebro entumeciéndolo, de ahí sentías que recorría por tu espinazo hasta la punta de tus dedos, luego de alguna misteriosa forma, el olor de lejano oriente se acumulaba en tus testículos haciéndolos mas pesados de los normal. Con cada oscilación de los cuerpos al ritmo de los bandoneones y el piano, ella frotaba mi sexo con su pierna.

Cuando sentía que estabas un poco mas tranquilo, se detenía a quitarte la camisa, desabrochándola botón a botón, al tiempo que con sus uñas, maquilladas de rojo, dibujaba los contornos de tu inmadura anatomía. El golpe de la aguja con el borde final del disco hacia que automáticamente el brazo de la radiola abandonara su función, marcaba el momento de seguir a la cama.

Recostados en su lecho, cruzaba la pierna sobre tus caderas y ponía tu mano sobre ella. ¡Acaríciala! te susurraba al oído. Eran muy suaves, una fina capa oleosa se pegaba a tus manos y las hacia deslizarse con ligereza; el trayecto se alargaba recorriendo sus pantorrillas, sus glúteos y sus caderas. Acercaba sus pechos punzantes a tu rostro haciendo que captaras toda su atención en ellos. ¿Los quieres tocar?, ¡noooo! que va, yo solo los miraba. Te empuja la mano hacia ellos y hacia que los oprimieras suavemente. ¿Te gustaron? Tan solo asientes. Tu cerebro aun no se recupera de tanta sorpresa.

De repente se levanta de la cama, se aleja hacia el peinador, mueve su cabellera hasta que descubres que en realidad no es rubia, pone la peluca sobre una base de madera, retira las pinzas y deja caer su cabellera morena; puede ser que ahora se vea mas atractiva y que eso te haga sentir mas cómodo. Ella sabe que la observas y te mira en el reflejo del peinador. Se da vuelta y retira las tirillas del traslucido vestido de sus hombros, dejando que este se caiga a sus pies; con el tus pupilas y tu barbilla.

23 octubre 2007

Capitulo I, Episodio 10

La Virginidad del Diablo

- No se, pero creo que hubiese sido tan mágico como el primer beso que le di, lleno de mariposas, de estrellas fugaces y luces de arco iris – Le respondí al Siete Muertos de manera burlesca.

Interrumpe La Marrana haciendo vocecillas y musarañas - Mariposas, estrellas fugaces y luces de arco iris… ¡Maricones! Parecen “viejas” hablando así, Cuidado los escuchan las Ratas... se los “culean”, como quieren hacer con El Zarco –

- Ya veo que a este, los sentimientos le producen alergia – Le reproche a La Marrana – Estoy seguro que de haber hecho el amor con Camacho, hubiese sido algo muy especial, pues hubiésemos perdido la virginidad, tanto ella como yo.

- ¿Vos eras virgen, también?

- Seguro, si esa fue la primera mujer, entre comillas, que no me fue esquiva –

- Ríe jocosamente La Marrana, - Sigan hablando pendejadas y va ser otra la virginidad que les van a “volar” a ustedes dos –

El Siete Muertos, Lucia tan intrigado con esta conversación que nuevamente podía adivinar la próxima pregunta que me haría. ¿Como demonios perdí mi castidad? En ese momento llego a mi mente la imagen de Sandra la universitaria. Desnuda y sentada en la cama, con las piernas cruzadas, y esa sonrisa de picardía y maldad al tiempo. Ya recuerdo sus pechos suculentos colgados en su delgado cuerpo, y la luz de la calle que entraba por su ventana iluminándole parte de su desnudes.

- ¡Eey! Diablo, ¿de que se acordó? – Llamándome la atención el Siete Muertos.

- Pues… que mas va a ser. Que se acordó de la hembra que le quito la virginidad. Cuando lo llevaron a donde Berta, la “descachuchadora” - entre risas interrumpe nuevamente La Marrana.

- ¡No jodas! ¿Te llevaron donde una “doña”? – me preguntaba, risueño, el Siete Muertos.

Bueno nada de raro tendría eso aquí en Cali. De la generación de mi padres hacia atrás, todos habían sido iniciados por la madame de la casa de citas de barrio; después de una extraña invitación hecha por el tío más vago, por el primo oveja negra, o por un compañero de trabajo del papá, a tomarse una cerveza en aquella casa donde todos los días están celebrando algo.

Ese fue el único día que se tenía permitido tomar, fumar y sentarte a participar de la conversación de los adultos. Es el único día que estos antipáticos individuos te hacían demostraciones de camadería y admiración. Constantemente te hablaban de la transformación, de niño a hombre, de los pantalones cortos a los largos. Y de todo lo que te correspondería después de esa noche. Que carajos había detrás de esa brillosa puerta de madera, ¿una maquina del tiempo, una cámara de transfiguración, o una fuente de la eterna juventud? ¿Que demonios escondía esa habitación que todos aquellos que te hablaban, cruzaban su brazo sobre tu hombro y dirigían la mirada hacia aquel lugar?

Cuando las cervezas habían hecho efecto y después de soportar varias botellas de su sabor amargo, se sentaba a la mesa una señora cuarentona, envuelta en una levantadora verde de seda y encaje, con los cabellos rizados y rubios, con exceso de rimel y pintalabios, un pegajoso olor a musk dulzon y aliento a ron, que te daba la bienvenida a ese lugar y lo ponía a tu entera disposición. Después de su saludo meloso, se retiraba para hablar con el causante de tu estadía en aquel sitio, el tío vago, el primo oveja negra, o el colega de tu padre, quien le susurraba al oído y le daba instrucciones mientras le acariciaba la entre pierna. La Doña sonreía con picardía mientras te miraba de arriba abajo y alargaba su mano para acariciar tu rostro. Rebosante de coquetería se volvía hacia ti, te tomaba del brazo haciéndote abandonar la silla mientras te preguntaba de nuevo el nombre. Tan solo hacías una marcha nupcial hacia el aposento de la pesada puerta de madera coloreada con pintura de aceite, pronto te ibas a enterar que había adentro.

18 octubre 2007

Capitulo I, Episodio 9


Más de Orgullo, Que de Corazón

El Siete muertos da la vuelta hacia mi, y con vos susurrante me pregunta – “huevon” ¿y por que nunca te la llevaste para otra parte? No se ¿A lo mejor a tu casa o la casa de algún amigo?-

- Bueno eso era imposible; primero, porque la mama la controlaba mucho y no le hubiesen dejado pasar de las escaleras; segundo, ella era obediente a los preceptos de sus padres y tercero todo era un secreto, nadie podía enterarse –

- ¿Y por que era secreto? –

- Pues porque temía algún castigo de los padres y a la orden de alejarse de mí, y creo que fue la mejor idea que se nos pudo ocurrir, así tenia acceso hasta su habitación –

- ¡Je, je picarón! – luego se callo por unos minutos.

De nuevo el Siete Muertos levanta la cabeza, y me lanza una pregunta - ¿y por que terminaron?

- Técnicamente no terminamos, porque nunca fuimos novios, pero si dejamos de besarnos a escondidas fue porque ella se intereso por un vecino. Maldito cabezón de mierda, aun lo recuerdo con su cara de tonto acercándose a la casa de Camacho, ¡Agazapado! –

- ¿Te la robo?

- Aja, se arrimaba con la excusa de querer ser su mejor amigo, y yo nunca lo vi como un competidor potencial, creo que me confié demasiado –

- “El que da papaya” -

- Si, se la parten –

- ¿Y aun te duele eso, estas molesto? –

- No que va, Siete Muertos, solo que aun siento rencor, puede ser más de orgullo, que de corazón –

- Diablo, hay que olvidar –

- Yo… no olvido –

- Y seguro que ese si “se la coronó” –

- No creo. Ellos si fueron novios oficiales y se que el intento muchas veces tener sexo. Pero aun estando con el y después de algunos meses de relación tormentosa a su lado, ella me confeso que era conmigo con quien quería perder la virginidad –

- Hmmm… No comprendo –

- Yo si, ella decía que el era muy torpe, mientras pensaba que yo podía ser muy ágil y delicado con su desfloración –

- ¿Desflora… que?

- Desfloración… o sea “la descorchada” – haciendo el sonido del corcho cuando abandona la botella de champaña –

- ¿Como crees que haya sido, de haber pasado? –

09 octubre 2007

Capitulo I, Episodio 8


Ni Tiempo, Ni Experiencia

El Siete Muertos traqueo los huesos de las manos, apago la luz y todo quedo en profunda oscuridad. En esta ala del edificio se escuchan desde las pisadas de las botas de cuero y vinilo de los guardias, hasta la tos, el murmullo o las carcajadas de los reclusos; todo en un profundo eco. Yo podía escuchar hasta cuando los ojos de mis compañeros, abiertos de par en par, se movían de un lado a otro.

El Siete Muertos rompe este silencio con una pregunta – ¿Diablo, y como te “levantaste esa hembrita”?-

Mmmm… - ¿Como carajos fue que la conquiste, me pregunte? – Creo que no tuve que hacer nada… Creo -

- ¿Fue amor a primera vista?- Pregunta La Marrana.

- Ja, ja, ja! – Se escucho lejos mi carcajada y una luz de linterna me irradio la cara – ¡No!, Por su puesto que no. Cuando la vi por primera vez, me pareció un mamarracho –

- ¡Ven se los dije, la “vieja” era gorda y fea! – interrumpe El Zarco y todos se echan a reír. La linterna vuelve a centellear mi cara y se queda por unos segundos, retando mis pupilas. – la mama le mandaba hacer la ropa. Por lo general vestía unos conjuntos algo infantiles, calzaba unos horribles botines de cuero negro, el cabello sujetado por colas y unas gafas enormes. Era muy tímida, siempre pasaba con la cabeza gacha y no respondía a ningún contacto visual. Yo le apode la “nerda” y molestaba a un vecino, que si era el típico “nerdo”, con ella. Le decía que podía ser su novia, ya que harían buena pareja. Sin entender la dimensión de las cosas el me devolvía la injuria, argumentando exactamente lo mismo.

- Y el mundo que da vueltas, termino dándole la razón al Nerdo, acabo siendo la novia del Diablo, je, je. Charol Camacho y El Diablo son novios, Charol Camacho y el Diablo son novios…- Se mofaba El Zarco.

- Bueno, con el tiempo nos hicimos amigos, y empecé a descubrir lo que los demás no veían, lo que los demás pasaban por alto, por fijarse solo en su ropa, en su calzado o en sus gafas. Me gustaba pasar las tardes en las gradas que me llevaban a su apartamento, mirándole las piernas; morenas, consistentes, sanas, voluminosas; convertirse en esas dos nalgas redondas. -

- ¿Y como eran las tetas? – Interrumpía La Marrana.

- A decir verdad, no eran tan voluminosas como sus extremidades. Pero de vez encunado salía a su puerta en pijama y podía notar sus púberos senos contonearse con libertad al ritmo de la conversación. Al diablo la ropa, ¡yo la quería desnuda! Completamente desnuda. -

- ¿y nunca la pudiste tener así? –

- no hubo ni tiempo, ni experiencia para hacerlo, era un trabajo arduo hacerla entrar en éxtasis, me debía ingeniar mil formas de besar. Cuando por fin lo conseguía nos íbamos a su cuarto a rozarnos y cada vez que estaba sobre ella, moviéndome al ritmo de sus ganas, algo nos hacia liquidar el momento. -

- ¿Y saltar por la ventana? - Pregunto el Siete Muertos.

Y saltar por la ventana, ¿no es así Zarco? – El estaba ya profundamente dormido, su mente olvidaba que al otro lado de los barrotes, lo acechaban las ratas

03 octubre 2007

Capitulo I, Episodio 7

Caterva de “Ratas”

¿Y por que le llamaba así? ¿Había acaso aniquilado a siete personas? Es lo que se deben estar preguntando al escucharme mentar este sobrenombre. Afuera como adentro era célebre la fama del Siete Muertos, tanto así, que algunos de estos presos le cedían el lugar, le hablan con respeto y algunos hasta miedo le tenían. Y no era para menos, ambas manos estaban multadas.

Algo me llama la atención y despierto de este trance

- Muchachos es el maldito llamado de entrada – Suspira con profundidad y deja escapar con el aire algo de resignación, el preocupado Zarco – Algún día mandare a incinerar a esos malditos locos.

- Mas bien váyase poniendo vaselina en el “chiquito” Que ya sabe lo que le espera – Se mofa La Marrana mientras le palmotea la nuca al Zarco.

- Tranquilo pela’o que a quien me le toque un pelo, “le rompo todo lo que se llama cara” – frase rayada con la que el Siete Muertos trataba de darle animo a mi atribulado amigo.

Era el llamado para entrar a las celdas. Hoy El siete Muertos, La Marrana, El Zarco y Yo ocuparíamos la misma cámara, Pagamos muchísimo dinero para que fuera nuestra y otro más para que nos cambiaran de lugar. El hacinamiento, el desorden y la peligrosidad en esta cárcel son tan altos, que podríamos darnos por cómodos y bien servidos.

De todos modos estábamos obligados a cruzar los pasillos donde pasaban la noche los presos menesterosos; sorteábamos los cartones y periódicos que tendían, y apartábamos con cautela las toallas y mantas que colgaban en las rejas para resguardarse del sereno. A cada paso un comentario, un insulto, un piropo emanaban desde las fauces de esa caterva de “ratas”. Al mismo tiempo que resistíamos sus insolencias aguantábamos sus malos olores. Era claro que entre estos parias el uso de implementos de aseo era nulo; sumado al aroma de sobras avinagradas de comidas, que algunos guardaban; mientras otros orinaban y defecaban en ese mismo lugar.

Este era el gran tormento del Zarco, quien había subido de peso y rapado su cabeza, para intentar restar la belleza innata de su rostro y de sus ojos. Beldad que era codiciada por cada uno de estos cínicos. Traumatizado llegaba siempre a su calabozo, sabiendo que su trasero era el más apostado en los dantescos pasillos. Ahora estaba un poco mas seguro con nosotros.

- Marrana, dale agua al zarco. En el cajón hay cuatro vasos –

- ¡Mierda! – Exclamo La Marrana. - esto es toda una suite: cuatro vasos, cuatro camas, cuatro toallas, ventilador, radio, lámpara, el sanitario funciona –

- No te atengas demasiado, Caligula es generoso con nosotros pero nada de esto es gratis, aun no se de donde saldrá la plata para pagarle la renta. ¿Alguna idea Zarco?

- No me jodas ahora – me contesta, mientras busca refugio en el lugar más recóndito del camarote.

El Siete Muertos se instala debajo del Zarco, dobla su uniforme y sobre este pone el papel con mi listado de romances y los extraños códigos.

Pasa el guardia y golpea con su bolillo las rejas de nuestra celda. - ¡Apaguen la hijueputa luz! Ya es hora de irse a dormir. Ah y que disfruten su pieza, manda a decir el “gonorrea” de Caligula -