Advertencia

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Los Amores Secretos de Diablo es la historia de un hombre que decide narrar con detalle, sus romances, para complacer la avidez de fantasías de un grupo de presos peligrosos.

Las acciones relatadas en este escrito son ficción y los personajes como sus nombres son imaginarios. Se advierte que cualquier parecido con su realidad o la del autor, es solo coincidencia.

El argumento de la obra es mutable ya que se esta escribiendo, y corrigiendo sobre la marcha, por esa razón periódicamente se publicará un episodio nuevo.

El interés de escribir y publicar este cuento no es más que el de narrar una historia con libertad. Este escrito no tiene ningún fin educativo, ni de formación espiritual, o de superación personal; esto me da la libertad de tratar el tema a mí entera discreción.

El lenguaje utilizado es alegórico al utilizado por el vulgo de la ciudad de Santiago de Cali (Colombia), por eso tanto su jerga como el acento, se emplea de manera generosa.

Los errores de ortografía, redacción y estilo en las entradas antiguas pueden ser corregidos a discreción del autor... Algunas imágenes adjuntas pueden ser sensibles a determinado tipo de lector, pero el único objeto es recrear o ambientar el tema de la historia

Este cuento no lo he concebido como relato erótico, ni como pornografía

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30 noviembre 2007

Capitulo II, Episodio 3


Y no Era Yo el Cazador, si no la Presa

Me quede parado en el primer escalón, no había sido invitado a seguir a ningún parte, mi misión había finalizado. Me quede mirándola subir los escalones uno a uno, observando como alternaba sus piernas flacas. Pensé ¿Debía seguirla? ¿Debía esperar a que me invitara pasar a su apartamento? ¿Debía pedírselo yo primero? ¿Debía darle un simplísimo hasta la próxima? ¿Debía dejarla ir en silencio?

- Pues claro que debías seguirla… No iba a ser tan lanzada de invitarte a pasar la noche a su lado, el mismo día que la conocíste – Argumentaba El Siete Muertos.

- “Ese huevo quería sal” – Se echaba a reír La Marrana – Tenias que haberle dicho que si quería ver una película de miedo mientras se hacia mas tarde, y ahí aprovechar y “darle como a rata” –

“Darle como a rata” es sinónimo de hacer algo con tal magnitud e intensidad del mismo modo que se le golpea a un ladronzuelo callejero cuando es sorprendido robando. La idea de La Marrana era que me debía quedar teniendo sexo con esa misma capacidad y energía. En contraste con la opinión del Zarco, con su elevadísima autoestima y arrogancia. – ¡Noo, marica! Usted lo que tenia que hacer era darse la vuelta y esperar a que le rogara que se la “comiera”, que vea que usted no se la “rinde” a ninguna “vieja” -

Sonreí en medio de un suspiro.

- ¡Marica, cuente que hizo pues! – Preguntaba La Marrana.

- Mínimo se autoinvitó a seguir… ¡Mucho perro! – Era lo que presumía El siete Muertos.

- No se porque me late que “la hueva” - Refiriéndose a mi, La Marrana – La dejo ir y no le dijo mi “mierda.”

Solo me di la vuelta sin responder una sola palabra, pues me estaba sintiendo algo presionado; al fin y al cabo era mi vida privada, la que estaba exponiendo a la picota publica. ¿Que? si la había dejado ir, ¿Que? si no había contado con la habilidad mental o el arrojo suficiente para convencerla de pasar la noche conmigo, ¿Que? si me pase de atrevido… ¡Que carajos les importa!

- ¡O se la hundió, y hasta los “güevos”! Si, Eso fue – Insistió el zarco

- Pues no. En realidad no fue tan rápido – aunque la verdad solo quería ser modesto un rato, solo hasta que les confesara que a las tres horas de conversar con ella por vez primera, estaba dando mis primeros pasos hacia mi iniciación sexual.

¿Poder de seducción, innato? Podría pensarlo así, ¿Por qué no? Irresistible atractivo y habilidad verbal, mezclado con ese no se que, en no se donde, que hacia que me estrenara con un gran amante ¿Por que no? O Talento en el arte del amar y mucha fortuna, una habilidad expuesta en el momento exacto y en el lugar preciso ¡Pudo ser!

- Otro de sus misterios – Cario sin ningún efecto, El Siete Muertos.

Desde una perspectiva menos egocéntrica, podría ser... Un gran apetito sexual reprimido en ella y la oportunidad de saciarlo en el instante ¿Por qué no?, la lujuria, la lascivia y la promiscuidad como vicio al entablar algún tipo de trato con alguien del sexo opuesto ¿Por qué no? ¿O una amalgama entre determinación y sensualidad, para sumir en sus pasiones, a quien bien le pareciera? Y no era yo el cazador, si no la presa ¡Pudo ser!

-Yo solo la deje ir en silencio. Dio tantos pasos como quiso, hasta que se detuvo en mitad de las gradas; me miro con picardía, me dio una sonrisa y dio la vuelta nuevamente. Le di la espalda y luego sentí que los tacones de sus zapatos chocaban con prisa los escalones. Todo apuntaba a que algo estaba por pasar.

22 noviembre 2007

Capitulo II, Episodio 2


Transpiraba Sensualidad y Provocaba Toda Clase de Malos Pensamientos

- ¿Y Sandra estaba amarrada a un papayo? - Preguntaba irónicamente La Marrana.

- ¡No! De boba no tenia un pelo – Se une a la conversación, aun sonámbulo, El Zarco – Antes por el contrario había que tener mas cuidado con esa mujer –

- ¿Acaso, también vivía en tu unidad residencial, que crees conocerla? – Interrogaba La Marrana al Zarco.

- Pues si es la misma que yo pienso, si –

- Si, ella es – Ahí estaba El Zarco de nuevo, dando fe de lo poco que sabia sobre mis romances – Se había mudado unos meses atrás al mismo edificio donde vivían los padres del Zarco. Aunque la conocía de vista, nunca había intercambiado un saludo formal en todo ese tiempo, solo la miraba pasar de largo con su típico caminar en las puntas de sus pies, sus libros en la mano y su cabello liso, largo y suelto, sostenido por sus lentes.

- Y sin gracia alguna – interrumpía el Zarco

- Es posible – Le conteste airadamente – Pero si vamos a comparar la que me desvirgo a mi con la que te “voló el gorro” a vos, creo que me fue mucho mejor –

El Zarco solo se quedo callado, mientras que los otros dos nos careaban. – Continúo. Aunque el Zarco tuvo un peor principio que yo, había que reconocerlo, Sandra no era precisamente una “top model” Pero traspiraba sensualidad y provocaba toda clase de malos pensamientos el contoneo de sus senos. Era muy difícil dirigir solo la mirada a su cara, cuando se conversaba con ella; un extraño impulso me hacia inspeccionar constantemente las colinas, que sobre sus blusas ajustadas, se alzaban imponentes. Y fue ese salvaje impulso, que me obligaba verla caminar, el que me ponía en evidencia haciendo que ella lo notara y me lanzara una que otra sonrisa coqueta -

- ¿Y fue así que te la levantaste? - Preguntaba el Siete Muertos

- Hmmm no, no fue iniciativa mía. Digamos que sin darme cuenta de eso, ella me venia observando, al parecer yo también le gustaba. Ya que en ese entonces yo tenía algo, que ahora puedo asegurar, es su fetiche preferido –

- ¿Cuál… Cual es su fetiche? – Me preguntaba el Zarco

- Ya se los diré, pero ¿En realidad les gustaría saberlo? – Ya me empiezo a divertir con esto de crearles intriga, de siempre dejarlos en el momento más interesante de sus banales conversaciones. Mira como lucen, parecen lechuzas mirándome desde los bordes de sus nidos; a la expectativa de conocer los gustos, las preferencias, las aberraciones y las excentricidades sexuales de una ciudadana cualquiera. - Venia de estudiar, pues aun estaba en la secundaria, cuando me la encontré esperando en la parada del bus. No era un buen sitio para que ella estuviera sola, alguien podría robarla o tener algún atrevimiento. Así que después de nuestro acostumbrado intercambio de miradas, decidí dar marcha atrás y preguntarle si quería que le acompañara hasta que tomara el bus. Ella asintió y abrió sus ojos como solía hacerlo cada vez que quería expresar asombro; ese gesto me hizo sentir cómodo y me senté a su lado para protegerla. Que ya es tarde, que el bus no va pasar, que hacia donde iba, cual es tu nombre, a que te dedicas, en que universidad estudias… y quien sabe cuantas más cosas se me ocurrieron preguntarle para extender la conversación, de igual modo ella se interesó por mis asuntos. Así trascurrió mucho mas que una hora, era lógico que había perdido el ultimo bus, que no tenia otra opción que esperar por un taxi o caminar y caminar: “no, creo que mejor me quedo en casa. Lo que pasa es que me da una pereza terrible quedarme esta noche sola” bueno, yo podría acompañarte un rato hasta que tengas que irte a la cama, la seguí pues hasta las escaleras que llevaban hasta su apartamento, el ultimo del edificio.

15 noviembre 2007

Capitulo II

Un Bobo Amarrado a un Papayo

Entre las risas del Siete Muertos y La Marrana, alcance escuchar algo que se arrastraba en la penumbra del pasillo, presentí que podría ser un guardia que venia transitando con la linterna apagada; pero, ¿a esta hora, solo y con Las Ratas pernoctadas a lo largo del pasillo? No lo creo. Levante mi mano indicándole a mis compañeros que no estábamos solos. Que había alguien mas escuchando la conversación.

- ¿Que viste? – Susurra La Marrana.

- Ssssshiiiiiii –

- Yo no veo nada – Agrega El Siete Muertos – ¿Que viste vos?

- No se, me dio la impresión de que alguien estaba cerca de la reja – Les hable en voz baja.

- Debe ser Berta la “descachuchadora” que viene por tu “chichi” – agrega jocosamente La Marrana.

- Ja ja… Tan chistosos los “Hijueputas” – Me di la vuelta y respire profundo.

- Y bien… te iba hacer una pregunta… eh, si no perdiste la virginidad con Charol Camacho, ¿con quien fue? –

- Carlitos… Fue con una vieja amiga… Sandra -

- ¿Y como era? – Continúa Preguntando el Siete Muertos

- Pues era uno o dos años mayor que yo. Había acabado de llegar de una pequeña ciudad al norte de aquí, donde todas las familias tienen un tío bobo amarrado a un papayo, Guadalajara de Buga.

- ¿Y como es eso del bobo amarrado a un papayo? –

Esa manía de la gente de andarme preguntando cosas que no tengo por que saber. Y yo lo que no se, lo consulto, o si no me lo invento, el objetivo es no quedarme callado.

- ¿Pues que te digo? Los bugueños tienen una leyenda que casi desplaza a la del Señor de Los Milagros, y es esa, la del bobo: Un día, estaba mi profesor de redacción dando un acostumbrado discurso sobre política y economía criolla, y toco el tema de las familias todopoderosas de las pequeñas villas colombianas: realmente nacidos en cuna de oro, de ancestros europeos, con apellidos reconocidos y respetados, y fortunas incalculables que les daba el poder de poner todas sus fichas, políticas y sociales, en el orden que mas le conviniera, y de ese modo seguir siendo los señores feudales. Con los hijos graduados en las mejores universidades de Europa y Estados Unidos y las hijas ganadoras de algún certamen de belleza y educadas exquisitamente en artes & letras, glamour y relaciones personales; no podrían emparentar con plebeyo alguno, fueran mestizos, mulatos; o sus “degradaciones”, algún tresalbo o quizá un grifo... o peor aun, zambos, o sus “engendros” interraciales, un zambaigo o un zambo-prieto. Talvez si le echamos mas leña al fuego, de este sancocho racial podrían desdichadamente casarse con algún mulato-prieto, un coyote, un jíbaro o un cambujo. Quien iba a permitir pájaros negros o indios en tan bello árbol genealógico caucásico.

- ¿Qué, que?-

- ¡No pierdas el hilo! – le reproche al Siete Muertos – y como no habían muchos europeos no judíos rondando por las haciendas del Valle de Cauca. No tenían otra opción que casarse entre ellos, evitando así el mestizaje y la dilución de la fortuna. Entonces el incesto dio paso a la consanguinidad de la crema y nata social, y como el pobre quiere parecerse, actuar, vestir, y concurrir donde el rico, estos empezaron a cuidar sus apellidos criollos y humildes, casándose entre primos hermanos y primos segundos, y ganar algo de alcurnia. Y empezaron a germinar, en ambas esferas sociales, los primogénitos deformes y bobos, que por defectuosos y peligrosos terminaban siendo amarrados en uno, de los dos patios que suelen tener las clásicas casas de adobe, en el calido Valle del Cauca. ¿Y por que de un papayo?… ¡Que carajos voy a saber! A lo mejor porque crecían mas rápido que los desdichados vástagos, terminaba mi profesor confesándonos, que de su familia, el bobo del papayo ¡Era el!

11 noviembre 2007

Capitulo I, Episodio 12



La Respiracion de la Sacerdotisa de Eros

Ya estando completamente desnuda el escenario era otro; quizás los nervios que te envolvían, dejaba en segundo plano la excitación conseguida; la barbilla te empieza a bailar de arriba abajo haciendo que tus dientes chasquearan, un temblor incontrolable que se apoderaba de tu cuerpo hacia creer que estuvieras bajo cero, desnudo y empapado.

Pareciera que su experiencia le permitiera entrever, que estabas a punto de tener un colapso nervioso; con sus pechos bamboleantes y sus pezones morenos apuntándote como si esperaran por la orden de disparen, se acercaba a tu lecho; y poniendo una mano en tu huesudo y lampiño pecho, te empujaba, suavemente, a tomar una posición de reposo; su vos calida te decía que te tranquilizaras, que no había nada que temer, que pensaras que era solo un juego.

Te abrazaba maternalmente mientras incestuosamente desabotonaba tu pantalón. Quitatelo “sardino” hermoso, era la orden que sin intentar alegar empezabas a cumplir. Con tus pantalones en las rodillas la camisa en el suelo, los zapatos en algún lugar debajo de la cama, no tenías más elección que sucumbir ante su treta sin buscar escapatoria.

Sus labios recorrían tu cuerpo, probando cada parte de el, mientras una mano acariciaba tu sexo por encima de lo húmedos y ridículos calzoncillos escogidos por tu madre. Una ligera erección estaba por venir, pero vacilaba en su arribo, por el temblor que te poseía como un maléfico fantasma.

Cerrabas tus ojos y escuchabas todo: la gente bebiendo que golpeaba las copas y las botellas, un tango del “Morocho del Abasto”, carcajadas, el clic-cloc del reloj de cuerda, la respiración de la sacerdotisa de Eros, tu propia respiración y el reventar de la saliva que lubricaban sus besos. Demasiada percepción auditiva, demasiada sensibilidad al tacto, demasiada capacidad olfativa. Las puntas de sus pechos rozaban tu piel, su cabello ensortijado cosquilleaba tu cara, el vellón de su pubis pintaba como brocha, tu pierna, con su calido néctar. Pero la inexperiencia te mantenía ahí, inmóvil.

Su mano entra decididamente por debajo de los calzoncillos y sostiene tu erguido sexo, como a un pollo se le sostiene por el cuello; el vaivén de su mano te hace recordar las ocasionales y temerosas masturbaciones por miedo al castigo de Dios, (como si el estuviera tan desocupado para fijarse en quien “se la hace”) o peor aun, a la salida sorpresiva a través de un espejo del mismísimo ¡Diablo!

- Diablo, Diablo… ¡mierda este “man” se nos va a quedar embobado del totazo, un día de estos! Respondeme si te llevaron donde una descachuchadora –

- ¡Ja! Se debe estar acordando – Exclama La Marrana.

- ¡Que no, que no! – Conteste bastante molesto. - Solo imaginaba como seria ir donde una -

- ¡Uy si, como no! Recordar es vivir - Continúa burlándose La Marrana en compañía del Siete Muertos

- Imbéciles, algunas veces se comportan como “culicagados”. “Mamones de mierda”, ¿no tienen más que hacer? -

- ¡No! – Contestan al unísono, mientras se tapaban la boca con las almohadas, para evitar que los guardias escucharan su acto de indisciplina carcelaria.