Advertencia

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Los Amores Secretos de Diablo es la historia de un hombre que decide narrar con detalle, sus romances, para complacer la avidez de fantasías de un grupo de presos peligrosos.

Las acciones relatadas en este escrito son ficción y los personajes como sus nombres son imaginarios. Se advierte que cualquier parecido con su realidad o la del autor, es solo coincidencia.

El argumento de la obra es mutable ya que se esta escribiendo, y corrigiendo sobre la marcha, por esa razón periódicamente se publicará un episodio nuevo.

El interés de escribir y publicar este cuento no es más que el de narrar una historia con libertad. Este escrito no tiene ningún fin educativo, ni de formación espiritual, o de superación personal; esto me da la libertad de tratar el tema a mí entera discreción.

El lenguaje utilizado es alegórico al utilizado por el vulgo de la ciudad de Santiago de Cali (Colombia), por eso tanto su jerga como el acento, se emplea de manera generosa.

Los errores de ortografía, redacción y estilo en las entradas antiguas pueden ser corregidos a discreción del autor... Algunas imágenes adjuntas pueden ser sensibles a determinado tipo de lector, pero el único objeto es recrear o ambientar el tema de la historia

Este cuento no lo he concebido como relato erótico, ni como pornografía

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03 octubre 2007

Capitulo I, Episodio 7

Caterva de “Ratas”

¿Y por que le llamaba así? ¿Había acaso aniquilado a siete personas? Es lo que se deben estar preguntando al escucharme mentar este sobrenombre. Afuera como adentro era célebre la fama del Siete Muertos, tanto así, que algunos de estos presos le cedían el lugar, le hablan con respeto y algunos hasta miedo le tenían. Y no era para menos, ambas manos estaban multadas.

Algo me llama la atención y despierto de este trance

- Muchachos es el maldito llamado de entrada – Suspira con profundidad y deja escapar con el aire algo de resignación, el preocupado Zarco – Algún día mandare a incinerar a esos malditos locos.

- Mas bien váyase poniendo vaselina en el “chiquito” Que ya sabe lo que le espera – Se mofa La Marrana mientras le palmotea la nuca al Zarco.

- Tranquilo pela’o que a quien me le toque un pelo, “le rompo todo lo que se llama cara” – frase rayada con la que el Siete Muertos trataba de darle animo a mi atribulado amigo.

Era el llamado para entrar a las celdas. Hoy El siete Muertos, La Marrana, El Zarco y Yo ocuparíamos la misma cámara, Pagamos muchísimo dinero para que fuera nuestra y otro más para que nos cambiaran de lugar. El hacinamiento, el desorden y la peligrosidad en esta cárcel son tan altos, que podríamos darnos por cómodos y bien servidos.

De todos modos estábamos obligados a cruzar los pasillos donde pasaban la noche los presos menesterosos; sorteábamos los cartones y periódicos que tendían, y apartábamos con cautela las toallas y mantas que colgaban en las rejas para resguardarse del sereno. A cada paso un comentario, un insulto, un piropo emanaban desde las fauces de esa caterva de “ratas”. Al mismo tiempo que resistíamos sus insolencias aguantábamos sus malos olores. Era claro que entre estos parias el uso de implementos de aseo era nulo; sumado al aroma de sobras avinagradas de comidas, que algunos guardaban; mientras otros orinaban y defecaban en ese mismo lugar.

Este era el gran tormento del Zarco, quien había subido de peso y rapado su cabeza, para intentar restar la belleza innata de su rostro y de sus ojos. Beldad que era codiciada por cada uno de estos cínicos. Traumatizado llegaba siempre a su calabozo, sabiendo que su trasero era el más apostado en los dantescos pasillos. Ahora estaba un poco mas seguro con nosotros.

- Marrana, dale agua al zarco. En el cajón hay cuatro vasos –

- ¡Mierda! – Exclamo La Marrana. - esto es toda una suite: cuatro vasos, cuatro camas, cuatro toallas, ventilador, radio, lámpara, el sanitario funciona –

- No te atengas demasiado, Caligula es generoso con nosotros pero nada de esto es gratis, aun no se de donde saldrá la plata para pagarle la renta. ¿Alguna idea Zarco?

- No me jodas ahora – me contesta, mientras busca refugio en el lugar más recóndito del camarote.

El Siete Muertos se instala debajo del Zarco, dobla su uniforme y sobre este pone el papel con mi listado de romances y los extraños códigos.

Pasa el guardia y golpea con su bolillo las rejas de nuestra celda. - ¡Apaguen la hijueputa luz! Ya es hora de irse a dormir. Ah y que disfruten su pieza, manda a decir el “gonorrea” de Caligula -

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