Advertencia

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Los Amores Secretos de Diablo es la historia de un hombre que decide narrar con detalle, sus romances, para complacer la avidez de fantasías de un grupo de presos peligrosos.

Las acciones relatadas en este escrito son ficción y los personajes como sus nombres son imaginarios. Se advierte que cualquier parecido con su realidad o la del autor, es solo coincidencia.

El argumento de la obra es mutable ya que se esta escribiendo, y corrigiendo sobre la marcha, por esa razón periódicamente se publicará un episodio nuevo.

El interés de escribir y publicar este cuento no es más que el de narrar una historia con libertad. Este escrito no tiene ningún fin educativo, ni de formación espiritual, o de superación personal; esto me da la libertad de tratar el tema a mí entera discreción.

El lenguaje utilizado es alegórico al utilizado por el vulgo de la ciudad de Santiago de Cali (Colombia), por eso tanto su jerga como el acento, se emplea de manera generosa.

Los errores de ortografía, redacción y estilo en las entradas antiguas pueden ser corregidos a discreción del autor... Algunas imágenes adjuntas pueden ser sensibles a determinado tipo de lector, pero el único objeto es recrear o ambientar el tema de la historia

Este cuento no lo he concebido como relato erótico, ni como pornografía

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23 octubre 2007

Capitulo I, Episodio 10

La Virginidad del Diablo

- No se, pero creo que hubiese sido tan mágico como el primer beso que le di, lleno de mariposas, de estrellas fugaces y luces de arco iris – Le respondí al Siete Muertos de manera burlesca.

Interrumpe La Marrana haciendo vocecillas y musarañas - Mariposas, estrellas fugaces y luces de arco iris… ¡Maricones! Parecen “viejas” hablando así, Cuidado los escuchan las Ratas... se los “culean”, como quieren hacer con El Zarco –

- Ya veo que a este, los sentimientos le producen alergia – Le reproche a La Marrana – Estoy seguro que de haber hecho el amor con Camacho, hubiese sido algo muy especial, pues hubiésemos perdido la virginidad, tanto ella como yo.

- ¿Vos eras virgen, también?

- Seguro, si esa fue la primera mujer, entre comillas, que no me fue esquiva –

- Ríe jocosamente La Marrana, - Sigan hablando pendejadas y va ser otra la virginidad que les van a “volar” a ustedes dos –

El Siete Muertos, Lucia tan intrigado con esta conversación que nuevamente podía adivinar la próxima pregunta que me haría. ¿Como demonios perdí mi castidad? En ese momento llego a mi mente la imagen de Sandra la universitaria. Desnuda y sentada en la cama, con las piernas cruzadas, y esa sonrisa de picardía y maldad al tiempo. Ya recuerdo sus pechos suculentos colgados en su delgado cuerpo, y la luz de la calle que entraba por su ventana iluminándole parte de su desnudes.

- ¡Eey! Diablo, ¿de que se acordó? – Llamándome la atención el Siete Muertos.

- Pues… que mas va a ser. Que se acordó de la hembra que le quito la virginidad. Cuando lo llevaron a donde Berta, la “descachuchadora” - entre risas interrumpe nuevamente La Marrana.

- ¡No jodas! ¿Te llevaron donde una “doña”? – me preguntaba, risueño, el Siete Muertos.

Bueno nada de raro tendría eso aquí en Cali. De la generación de mi padres hacia atrás, todos habían sido iniciados por la madame de la casa de citas de barrio; después de una extraña invitación hecha por el tío más vago, por el primo oveja negra, o por un compañero de trabajo del papá, a tomarse una cerveza en aquella casa donde todos los días están celebrando algo.

Ese fue el único día que se tenía permitido tomar, fumar y sentarte a participar de la conversación de los adultos. Es el único día que estos antipáticos individuos te hacían demostraciones de camadería y admiración. Constantemente te hablaban de la transformación, de niño a hombre, de los pantalones cortos a los largos. Y de todo lo que te correspondería después de esa noche. Que carajos había detrás de esa brillosa puerta de madera, ¿una maquina del tiempo, una cámara de transfiguración, o una fuente de la eterna juventud? ¿Que demonios escondía esa habitación que todos aquellos que te hablaban, cruzaban su brazo sobre tu hombro y dirigían la mirada hacia aquel lugar?

Cuando las cervezas habían hecho efecto y después de soportar varias botellas de su sabor amargo, se sentaba a la mesa una señora cuarentona, envuelta en una levantadora verde de seda y encaje, con los cabellos rizados y rubios, con exceso de rimel y pintalabios, un pegajoso olor a musk dulzon y aliento a ron, que te daba la bienvenida a ese lugar y lo ponía a tu entera disposición. Después de su saludo meloso, se retiraba para hablar con el causante de tu estadía en aquel sitio, el tío vago, el primo oveja negra, o el colega de tu padre, quien le susurraba al oído y le daba instrucciones mientras le acariciaba la entre pierna. La Doña sonreía con picardía mientras te miraba de arriba abajo y alargaba su mano para acariciar tu rostro. Rebosante de coquetería se volvía hacia ti, te tomaba del brazo haciéndote abandonar la silla mientras te preguntaba de nuevo el nombre. Tan solo hacías una marcha nupcial hacia el aposento de la pesada puerta de madera coloreada con pintura de aceite, pronto te ibas a enterar que había adentro.

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