Advertencia

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Los Amores Secretos de Diablo es la historia de un hombre que decide narrar con detalle, sus romances, para complacer la avidez de fantasías de un grupo de presos peligrosos.

Las acciones relatadas en este escrito son ficción y los personajes como sus nombres son imaginarios. Se advierte que cualquier parecido con su realidad o la del autor, es solo coincidencia.

El argumento de la obra es mutable ya que se esta escribiendo, y corrigiendo sobre la marcha, por esa razón periódicamente se publicará un episodio nuevo.

El interés de escribir y publicar este cuento no es más que el de narrar una historia con libertad. Este escrito no tiene ningún fin educativo, ni de formación espiritual, o de superación personal; esto me da la libertad de tratar el tema a mí entera discreción.

El lenguaje utilizado es alegórico al utilizado por el vulgo de la ciudad de Santiago de Cali (Colombia), por eso tanto su jerga como el acento, se emplea de manera generosa.

Los errores de ortografía, redacción y estilo en las entradas antiguas pueden ser corregidos a discreción del autor... Algunas imágenes adjuntas pueden ser sensibles a determinado tipo de lector, pero el único objeto es recrear o ambientar el tema de la historia

Este cuento no lo he concebido como relato erótico, ni como pornografía

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19 septiembre 2007

Capitulo I, Episodio 5



Los Cueritos al Sol

- Ey! Diablo, despierta – Me llama la atención el Siete Muertos. –¿Pero como fue que paso?

- No estoy seguro sobre como empezó todo, y esa es la verdad, solo se que alguna conversación nos llevo a Camacho y a mi a discutir, luego me acerque a su rostro para vociferarle algo, y ella seducida por mi altanería busco la boca, y…. Pues bueno ¡Ya estuvo bien! La bese, y esos besos me llevaron a acariciarla… ¿Que mas puedo yo contarte? -

Era costumbre de Camacho y yo terminar nuestras pláticas sacándonos los cueritos al sol, discutíamos sobre quien quería más a quien, y quien hería más a quien; y estábamos en medio de una reñida conversación cuando yo le trate de restar importancia a todo diciéndole que ella podía hacer con su cariño por mí lo que quisiera, que igual nunca habíamos sido novios, tan solo dos amigos que se besaban, que ese rol que jugué en su vida no me hacia, para nada, importante, ni ella a mi. 

Camacho se callo de inmediato, se llevo una mano a la boca y sus ojos se llenaron de lágrimas. Yo había vencido, fue un golpe contundente. Entre sollozos apretó los dientes y me dijo: “No vuelvas a decir eso, tú y yo si fuimos novios”. Se repetía la misma historia de siempre, yo corriendo hacia ella, tomándola en mis brazos y reclamándole:

- Nunca fuimos novios porque tú nunca lo quisiste -

- Si lo quise, pero nunca entendiste que debías pedírmelo – Contesto Camacho.

Me respondió con suavidad al tiempo que cerraba los ojos y me ofrecía la boca. Yo la miraba indeciso pues había pasado mucho tiempo desde aquella vez que la bese por primera vez. Sus besos ya no eran los de esa niña tímida que besaba por primera vez, por el contrario, sus brazos se cruzaron alrededor de mi cuello y me atrapaban como serpientes constrictoras, su lengua se menaba en mi boca seductoramente y su cuerpo se movía con un vaivén excitante; permitió que le sujetara sus maravillosas nalgas con fuerza y las caricias no demoraron en venir; mi mano derecha migro hacia arriba entrando bajo su camisa y luego bajo su sostén, capture sus turgentes senos y eran tal cual los imagine en mi adolescencia, suaves, redondos, consistentes, del tamaño justo de mi mano; de pezones morenos, pequeños y rígidos, hechos para mi. Que delicia fue acariciar esas tetas, ya que siempre quise hacerlo a piel desnuda. La vida me la quito justo antes de poder tocar con mis dedos sus cándidos pezones.

Mientras amasaba con tanta incomodidad su seno y trataba de levantar su camisa para por fin ver aquellos pechos desnudos, ella me dijo: "Este no es el momento indicado, el nuestro ya pasó, pero aun así tengo muchas ganas de hacerlo". Le calle la boca con un beso y puse atrevidamente mi mano izquierda en su vasto pubis, no quería mas palabras que entorpecieran este momento.

Nos devorábamos los labios y las ganas nos quemaban el sexo, acariciábamos nuestros cuerpos a medio desnudar, mi mano ansiaba coronar su pubis para mí. Tomo mi cabeza con sus fuertes manos empujándola hacia abajo, hacia su vientre, y mi boca que recorría entero este trayecto por su piel vagabundeo por esos deseados pechos con dirección a sus pezones morenos, pequeños y rígidos. Como si la historia diera vueltas en círculos, Camacho giro su cuerpo lejos del mío y me dijo:

¡No!

-¿No? No, ¿Que? Maldita sea. Si todo estaba bien, todo iba perfecto...

Me senté, con una decepción profunda, en una silla del comedor mientras ella se organizaba la ropa.

- Lo siento - Y menciono tristemente mi nombre.

Inmediatamente después cruzo por la puerta su padre, aquel Sargento retirado del ejército, curtido de la guerra y fortísimo como un camión, que estiraba su poderosa mano para saludarme, mientras sonreía cándidamente por debajo de su bigote. Me llamo por mi nombre de pila y me dio tres golpecitos en la espalda.

- Esa fue la última vez que con ella paso algo comprometedor, desde ese entonces ni un beso más – Le confesé al Siete Muertos, quien tomaba nota. en aquel papel quedo grabado su nombre, Carol Evelia Camacho, seguido de una serie de raros códigos.

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