Advertencia

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Los Amores Secretos de Diablo es la historia de un hombre que decide narrar con detalle, sus romances, para complacer la avidez de fantasías de un grupo de presos peligrosos.

Las acciones relatadas en este escrito son ficción y los personajes como sus nombres son imaginarios. Se advierte que cualquier parecido con su realidad o la del autor, es solo coincidencia.

El argumento de la obra es mutable ya que se esta escribiendo, y corrigiendo sobre la marcha, por esa razón periódicamente se publicará un episodio nuevo.

El interés de escribir y publicar este cuento no es más que el de narrar una historia con libertad. Este escrito no tiene ningún fin educativo, ni de formación espiritual, o de superación personal; esto me da la libertad de tratar el tema a mí entera discreción.

El lenguaje utilizado es alegórico al utilizado por el vulgo de la ciudad de Santiago de Cali (Colombia), por eso tanto su jerga como el acento, se emplea de manera generosa.

Los errores de ortografía, redacción y estilo en las entradas antiguas pueden ser corregidos a discreción del autor... Algunas imágenes adjuntas pueden ser sensibles a determinado tipo de lector, pero el único objeto es recrear o ambientar el tema de la historia

Este cuento no lo he concebido como relato erótico, ni como pornografía

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12 septiembre 2007

Capitulo I, Episodio 4



El primer beso del Diablo

Aquel día, ella se lanzo sobre su cama y fingió que lloraba mientras abrazaba la almohada, yo le acariciaba la espalda y le pedía que no hiciera caso a mis palabras. Poco a poco mis suplicas de perdón se fueron matizando y la ternura se fue convirtiendo en erotismo. Muchos factores favorecieron este cambio de actitud, entre otras cosas el olor peculiar de su habitación y la tenue oscuridad; también mis manos acariciando su cálida espalda, sus nalgas duras y sus piernas musculosas; los deseos hacían que mis hormonas estallaran como fuegos artificiales y me quemaran por dentro. En ese momento quise besarla más que nada, pero sentía un miedo profundo de atreverme a hacerlo.

Por fin se dio vuelta, le tome de las manos y le dije que no volvería a ofenderle de ese modo, gire su mentón con suavidad para mirarle a los ojos y ella los cerro mientras dejaba su boca entreabierta del mismo modo que una pecadora recibe del vulnerable capellán la ostia al momento del Sagrado Sacramento. Acerque mis labios a los suyos y sentí como si fuera cayendo de un elevado trampolín a una piscina de agua tibia, sin poderme detener, como si de un gran imán humano se tratara. Sentí sus labios carnosos junto a los míos, ya se había dado el tan esperado acople.

El confort de su suavidad y su tibieza me lanzaron a un viaje vertiginoso que mi mente no lograba asimilar, los nervios estaban a punto de hacerme entrar en shock y las hormonas viajaban por mis fluidos enloqueciendo a cada unas de las glándulas. Era como halar el gatillo, oír el disparo y saber que el efecto era irreversible. Mi primer beso de amor tal vez no fue el premio Nóbel de los besos, pero si debería quedar nominado.

Vino hacia mi el Siete Muertos y me susurro al oído.

- ¡No te hagas el loco! tenes que contarnos que fue todo lo que paso con ella. -

- Pero que hijuemadres tan cansones, si les importa tanto saber que hice con ella, pues pregúntenle que yo no les quiero contar nada mas -

- Diablo, contanos – Exclamo la Marrana.

- Esta bien, esta bien! Creo que solo le toque las tetas –

Al escuchar mi intrascendente y poco excitante alcance ellos reventaron en euforia, como si su equipo de fútbol favorito hubiese metido un esperado gol.

No lo recuerdo bien, pero podría casi asegurar que besarnos era lo más erótico que hacíamos Camacho y yo, a excepción de un par de veces donde pasó algo más que un infantil beso:

Fui de nuevo a visitarla a su casa y como de costumbre estábamos en ese mítico balcón, pues ella tenía prohibido las visitas dentro de su apartamento. Su hermano menor la cuidaba de los excesos por orden de su madre, por eso el me observaba hipnotizado como si yo tuviera un acuario lleno de peces tropicales en la cabeza. En que momento este entrometido engendro recordaría que dejo su vídeo juego encendido y me daría la oportunidad de profanar a su virginal hermana? Fue en un descuido del vigilante muchachito, y después de unas cortas luchas y uno que otro empujón, cuando termine en la invicta habitación de Camacho, invicta hasta ese momento.

Después de haber sido osado al cruzar la frontera entre el publico balcón y los aposentos de la hija del jefe de seguridad de una empresa de valores, yo, como si de un hábil ladronzuelo se tratara, desperdiciaba mi escaso tiempo observando todo tipo de empolvados souvenires y coleccionables típicos en una quinceañera. Literalmente saturada de muñecos de peluche, afiches, tarjetas, llaveros, colgantes, estatuillas y demás recordatorios; esta habitación me hacia sentir como en una especie de templo para hacer culto a la curcileria, a los semi-ídolos juveniles de los 90's y a sus querubines caricaturescos mimetizados en las formas de Garfiel, Giordano y Mafalda. Sin lugar a dudas ella debía pertenecer una clase de secta, a una Santería romántico comercial.

Fue entonces, cuando al burlarme de su extraña decoración ella se abalanzo hacia mi para callarme y yo le bese los labios con pasión desbordada. Todo se dio mas fácil, mas directo, mas claro... Mis labios fueron mas rápidos, mas atrevidos y mas intensos que la primera vez, y de su parte sentí mas confianza y mas pasión, tanta que su cálida lengua penetro mi boca, ¿donde ella estaba aprendiendo a besar así?

Tras esta expedita excitación me comenzó una prominente y táctil erección, esto podría llegar a ser algo vergonzante donde Camacho lo notara. Pero, tal vez en ella una húmeda y sensible dilatación se estaba produciendo, así como lo explicaban nuestros textos escolares sobre educación sexual y comportamiento. Seguramente tras estudiar con mucho juicio esta asignatura, Camacho, ya entendía que al rozar su cuerpo contra el mío nos provocaríamos un gran placer, y ese afán por pegarse a mi era con el fin de sentir dicho goce en su sexo.

Debido a estos torpes intentos por hacer vestidos lo que deberíamos concretar desnudos, termine tumbándola en su cama y poniéndome encima. Camacho movía sus caderas como si realmente hiciéramos el amor, y cruzo sus piernas sobre mi cintura tratando de hacer más alta la fuerza de rozamiento.¿donde ella estaba aprendiendo a usar a física así?

Cerró sus ojos mientras respiraba agitada, casi gimiendo, un suave sudor mojaba su frente, sus pezones escapaban de los pliegues de su blusa; instintivamente, yo le ponía mas madera a este fuego besando su boca, su cara y su cuello. Todo iba por buen camino, revisando el texto escolar de educación sexual no nos faltaba nada más, pero si nos sobraba mucha ropa. Fue entonces cuando sentí una inmensa necesidad de desnudarle los pechos. Yo jamás los había osado tocar, tal vez los miraba disimuladamente cada vez que ella extendía su mirada a un objetivo diferente de mis ojos, dándome la libertad de hurgar con mi mirada de rayos X en la profundidad de sus sostén, no había logrado penetrar su ropa interior de plomo pero ya me los imaginaba suaves, redondos, consistentes, del tamaño justo de mi mano; de pezones morenos, pequeños y rígidos. A mi primer intento de desvestirle  Camacho, giro su cuerpo lejos del mío y me dijo:

-No!-

¿No? No, ¿Que? Maldita sea. Si todo estaba bien, todo iba perfecto...

– Escuche el pito del carro de mi papa – Continuo Carol Camacho.

Como si se tratara de una alarma de emergencia. Me tomo del brazo y me saco de un jalón del apartamento. Aun secándome su saliva de la comisura de la boca, con una erección frustrada, un orgasmo a medias y mi cara enrojecida, me encontré frente a frente con su padre. El, un Sargento retirado del ejército, curtido de la guerra y fortísimo como un camión, estiraba su poderosa mano para saludarme, mientras sonreía cándidamente por debajo de su bigote. Me llamo por mi nombre de pila y me invito a seguir a su casa, dándome tres golpecitos en la espalda.

¡Creo que estoy en problemas!, pensé en ese momento.

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