Vestida y Alborotada
“Me da pereza subir ahora, creo que me quede vestida y alborotada” era la excusa que me daba por su vertiginoso regreso.
- Cruzo sus piernas largas e inclino su cuerpo, para así terminar sentada en uno de los escalones, abrió sus ojos grandes y sonrió. Esa noche hacia frío, el viento del cerro enfriaba mis manos, el bloque de apartamentos “D” dejaba pasar el viento entre sus paredes y este corría por los pasillos y escaleras.
- Huy si, que frío el que hace allí – Me daba la razón El Zarco.
- Le dije que me dejara ir a mi hogar por una cobija, para que nos cubriéramos del sereno de la madrugada, ella acepto. Llegue a mi habitación y entre todas las cobijas escogí mi preferida: Una cobija suave, lanuda, con un estampado a cuadros color pastel, algo infantil, pero sumamente cómoda. Regrese al lado de mi descomplicada universitaria, me senté a su lado, desenvolví la frazada y le arrope la espalda, luego cubrí la mía.
- Aja ¿Y que mas? - Preguntaba El Siete Muertos.
- Continué mi conversación, preguntándole sobre su vida en Buga. Me lo contó casi todo; me hablo de su familia, de sus hermanas y de sus primas; me relató sobre algunos amigos, de sus compañeros de colegio, del equipo de básquetbol, de sus mascotas y de su novio.
- ¡Que “cagada” tenia novio! – Exclamo La Marrana.
A lo que instantáneamente respondió El Zarco – Como si eso importara –
- Y esa era, incuestionablemente, la verdad. Aunque decía amar a su pareja y con entusiasmo lo describía física y mentalmente, que entre sollozos me contaba que prestaba el servicio militar obligatorio en una zona peligrosa; me dejo en claro que en sus largas esperas, que muchas veces eran de un semestre, ella se sentía sola, muy sola; que de vez en cuando necesitaba sentirse mujer y que había pensado en tener una compañía temporal -
- Lo que estaba buscando era un “man” que le midiera el aceite – Aseguro La Marrana.
- Que le “pegara su revolcadita” - Dijo El Siete Muertos
- Bueno, ¿y quien era yo para decir si estaba bien o mal? Yo solo le ofrecí mi cálida cobija a lo que ella respondió con una sonrisa. Cerró sus ojos y me ofreció con lentitud sus labios entreabiertos. Yo me apresure a besarle suavemente; el beso poco a poco cambio su matiz, se tornaba apasionado y desesperado.
- La hembra le tenia ganas – Interrumpió El Zarco.
En eso podría no estar equivocado mi amigo de ojos azules, pues sentía su pasión en cada beso; su lengua salía y entraba de mi boca, como simulando un coito, sus manos acariciaban mis brazos y mis hombros, yo abandone el psicoanálisis y me deje llevar. La testosterona inundo mi cuerpo, hay alarma de sexo. Deje de besarla, la mire fijamente, mientras ella me recapturaba agarrándome de la nuca.
- Le bese el cuello, después; mientras mis manos acariciaban sus piernas –
- ¡Maricaaaaa! ¿Y que paso? – Pregunto El Siete Muertos.
En ese momento oí que alguien, detrás de nosotros, dejaba escapar un profundo suspiro. Me di la vuelta y levante la mano, indicando a mi corte que cerraran sus picos. O estaba sufriendo de paranoia o realmente había alguien oculto entre las sombras asechándonos.
06 diciembre 2007
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