Advertencia

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Los Amores Secretos de Diablo es la historia de un hombre que decide narrar con detalle, sus romances, para complacer la avidez de fantasías de un grupo de presos peligrosos.

Las acciones relatadas en este escrito son ficción y los personajes como sus nombres son imaginarios. Se advierte que cualquier parecido con su realidad o la del autor, es solo coincidencia.

El argumento de la obra es mutable ya que se esta escribiendo, y corrigiendo sobre la marcha, por esa razón periódicamente se publicará un episodio nuevo.

El interés de escribir y publicar este cuento no es más que el de narrar una historia con libertad. Este escrito no tiene ningún fin educativo, ni de formación espiritual, o de superación personal; esto me da la libertad de tratar el tema a mí entera discreción.

El lenguaje utilizado es alegórico al utilizado por el vulgo de la ciudad de Santiago de Cali (Colombia), por eso tanto su jerga como el acento, se emplea de manera generosa.

Los errores de ortografía, redacción y estilo en las entradas antiguas pueden ser corregidos a discreción del autor... Algunas imágenes adjuntas pueden ser sensibles a determinado tipo de lector, pero el único objeto es recrear o ambientar el tema de la historia

Este cuento no lo he concebido como relato erótico, ni como pornografía

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06 diciembre 2007

Capitulo II, Episodio 4

Vestida y Alborotada

“Me da pereza subir ahora, creo que me quede vestida y alborotada” era la excusa que me daba por su vertiginoso regreso.

- Cruzo sus piernas largas e inclino su cuerpo, para así terminar sentada en uno de los escalones, abrió sus ojos grandes y sonrió. Esa noche hacia frío, el viento del cerro enfriaba mis manos, el bloque de apartamentos “D” dejaba pasar el viento entre sus paredes y este corría por los pasillos y escaleras.

- Huy si, que frío el que hace allí – Me daba la razón El Zarco.

- Le dije que me dejara ir a mi hogar por una cobija, para que nos cubriéramos del sereno de la madrugada, ella acepto. Llegue a mi habitación y entre todas las cobijas escogí mi preferida: Una cobija suave, lanuda, con un estampado a cuadros color pastel, algo infantil, pero sumamente cómoda. Regrese al lado de mi descomplicada universitaria, me senté a su lado, desenvolví la frazada y le arrope la espalda, luego cubrí la mía.

- Aja ¿Y que mas? - Preguntaba El Siete Muertos.

- Continué mi conversación, preguntándole sobre su vida en Buga. Me lo contó casi todo; me hablo de su familia, de sus hermanas y de sus primas; me relató sobre algunos amigos, de sus compañeros de colegio, del equipo de básquetbol, de sus mascotas y de su novio.

- ¡Que “cagada” tenia novio! – Exclamo La Marrana.

A lo que instantáneamente respondió El Zarco – Como si eso importara –

- Y esa era, incuestionablemente, la verdad. Aunque decía amar a su pareja y con entusiasmo lo describía física y mentalmente, que entre sollozos me contaba que prestaba el servicio militar obligatorio en una zona peligrosa; me dejo en claro que en sus largas esperas, que muchas veces eran de un semestre, ella se sentía sola, muy sola; que de vez en cuando necesitaba sentirse mujer y que había pensado en tener una compañía temporal -

- Lo que estaba buscando era un “man” que le midiera el aceite – Aseguro La Marrana.

- Que le “pegara su revolcadita” - Dijo El Siete Muertos

- Bueno, ¿y quien era yo para decir si estaba bien o mal? Yo solo le ofrecí mi cálida cobija a lo que ella respondió con una sonrisa. Cerró sus ojos y me ofreció con lentitud sus labios entreabiertos. Yo me apresure a besarle suavemente; el beso poco a poco cambio su matiz, se tornaba apasionado y desesperado.

- La hembra le tenia ganas – Interrumpió El Zarco.

En eso podría no estar equivocado mi amigo de ojos azules, pues sentía su pasión en cada beso; su lengua salía y entraba de mi boca, como simulando un coito, sus manos acariciaban mis brazos y mis hombros, yo abandone el psicoanálisis y me deje llevar. La testosterona inundo mi cuerpo, hay alarma de sexo. Deje de besarla, la mire fijamente, mientras ella me recapturaba agarrándome de la nuca.

- Le bese el cuello, después; mientras mis manos acariciaban sus piernas –

- ¡Maricaaaaa! ¿Y que paso? – Pregunto El Siete Muertos.

En ese momento oí que alguien, detrás de nosotros, dejaba escapar un profundo suspiro. Me di la vuelta y levante la mano, indicando a mi corte que cerraran sus picos. O estaba sufriendo de paranoia o realmente había alguien oculto entre las sombras asechándonos.

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